sábado, enero 24, 2009

Las mil y una

“…la franqueza en sus relaciones, y la liberalidad de sus fines comerciales, que es el punto cuestionable, por lo general.”

Las mil y una; Domingo Faustino Sarmiento.

Curioseando por la red me he encontrado con varias páginas donde ofrecen servicio de negros literarios. Por supuesto ha llamado mi atención. Estas páginas ofrecen un servicio de negros literarios para cualquiera que pueda pagar sus servicios. ¿Qué ofrecen exactamente? Escribir y redactar por encargo biografías, libros de empresa, discursos, novelas, contenidos para páginas web o libros de autoayuda; y todo sin firma y con la mayor discreción posible. Incluso tienen bolsa de trabajo propia. También buscan autores con experiencia demostrable.

No voy a meterme en la polémica de si es una práctica moralmente adecuada o no. No voy a opinar sobre eso, porque si alguien que acepte el trabajo y alguien que pague por ello, supongo que es perfectamente válido. Además de que me parece perfectamente válido que empresas o personalidades famosas quieran pagar a alguien con más experiencia para que escriba informes, páginas web o biografías.

Lo que sí voy a hacer es argumentar por qué yo, salvo circunstancias extremas de necesidad, no lo haría.

Una obra es algo propio, un espejo del alma del autor. Si escribo algo, no me importa venderlo o no, no me importa que se publique o no; porque para mí un escrito es como un hijo, y no vendería a un hijo mío después de borrar su apellido. Y como un hijo, quiero a mis escritos.

La segunda razón es que escribir la idea de otro es como un robo. ¿Alguien tiene una idea genial para una novela? Que la escriba. ¿Ese alguien no tiene experiencia o no sabe escribir? Que se apunte a un cursillo de escritura, que en España, los hay a cientos.

La tercera razón, es que me parece un paso atrás en la evolución humana. Al principio los escritos eran anónimos, no importaba el autor, sino la obra. Después los autores ponían sus nombres, pero como en casos como el teatro del Siglo de Oro, cuando se vendía una obra, el autor perdía los derechos sobre ésta: lo importante era el autor, pero se conservaba la importancia de la obra. Actualmente alguien tiene un buen nombre y paga a alguien para que le escriba una novela: lo importante es el nombre y la novela no importa en absoluto.

¿Hacia esto nos encaminamos?

No hay comentarios: