miércoles, septiembre 21, 2005

La derrota del lector

También fuiste Sherezade para ti mismo, pensó, y miró la barbacoa.”

Últimamente me he estado preguntando qué hace falta para que yo me pique a algo. La cosa es que es posible que me guste casi cualquier cosa, y según Eugenio, es porque soy capaz de verle algo bueno a cualquier cosa. No creo que sea eso. Lo que pasa es que me resulta interesante casi cualquier cosa. Es raro que pierda el interés en algo, y si ocurre, es por algún factor en concreto, o porque la película/libro/lo que sea, no tiene por donde cogerse. Por poner un ejemplo, no me gustó para nada L.A. Confidential, pero esto es debido a un factor en concreto: no soporto a Russell Crowe, me aburre, no puedo evitarlo. Es ver su cara en una pantalla, y dormirme. Tampoco me gustó Reencarnación, pero esto es porque esta película no hay por donde cogerla. Todo es malo. Le pedí a Marisa que me dijera cualquier aspecto de una película, para ver si se salvaba en eso, y no encontramos ninguno (ella me dijo vestuario, y me acordé de la chaqueta que le habían puesto al niño para que la película pareciera más realista; y me estoy acordando de la banda sonora, y es para decapitar a alguien).

Así que me aceptando que me resulte interesante casi cualquier cosa en mayor o menor grado, pero creo que la solución es que más bien me adapto a cualquier cosa. A ver si me explico, en Descubriendo nunca jamás (puede haber spoiler), el productor del teatro le dice a Johnny Depp que al público adulto no le va a gustar Peter Pan porque lo ven con ojos de adulto, así que él reparte niños por toda la sala para que los adultos vean la obra con ojos de niño. Supongo que lo que yo hago para que me guste cualquier cosa es adaptarme a lo que estoy viendo, y no pedirle peras al olmo. Si veo una película de oscar como Million Dólar Baby, suelo ser más exigente (y esta cubrió las expectativas con creces); y si veo Embrujada, mis expectativas bajan y sólo le pido que salga algo de la serie original. Si leo un libro de García Márquez, soy muy exigente porque por mucho que lo sea, sé que alcanzará el nivel; si leo a Stephen King, también soy exigente pero en otro sentido: quiero “ver” a Stephen King; y si leo un libro de fácil lectura, no le pido mucho.

Con el comic y el manga me pasa lo mismo. Y es que no es lo mismo leer The Sandman, que leer Naruto. El primero es algo magnífico. Ya hablé de Sandman en Quién me mandaría a mí. Sandman tiene a los siete eternos, tiene mitología, cuentos, historia, historias interesantes, personajes interesantes, referencias, y personajes muy bien logrados. Sandman tiene una forma distinta de hablar para cada eterno, tiene a Lucifer queriendo dimitir de su puesto, tiene a Muerte siendo mortal un día cada siglo para conocer mejor la vida mortal que se lleva, tiene a un millón de gatos soñando lo mismo para cambiar el mundo, tiene a Shakespeare representando El sueño de una noche de verano antes los mismos Titania y Oberón...

Naruto es magnífico pero en otro sentido. Lo que tiene Naruto son a ninjas luchando y entrenándose para ser mejores ninjas, tiene personajes interesantes, con un pasado interesante, tiene traiciones de ninjas renegados, soledad de niños apartados de la sociedad por culpa de los adultos, tiene muchas situaciones divertidas, y sobre todo, tiene escenas en las que al sólo ver una viñeta es capaz de dejarte con la boca abierta.

Si leo una obra de Yuu Watase, por supuesto que la leo de otra forma, y se ha convertido en mi autora de manga favorita. Sus mangas tienen siempre un guión perfecto, una historia interesante, y personajes a los que le coges cariño casi al instante. También tiene muchas situaciones divertidas, como el personaje de Kiu en Ceres. Sus mangas son perfectos, aunque yo me empeñe en llamarla sádica y asesina en serie.

Y hablando de escritores sádicos, no me puedo olvidar de J. K. Rowling. Ella, por si alguien ha estado con la cabeza bajo tierra durante los últimos cinco años, es la autora de Harry Potter. ¿Qué le pido a los libros de Harry Potter? Todo. Y J. K. Rowling suele darme más aún. El primero, desde el título del primer capítulo (“El niño que vivió”), me enganchó completamente. Es un libro infantil perfecto. El segundo, es algo peor, pero es una segunda parte, y ya se sabe lo que se dice de las segundas partes. El tercero es perfecto. Tiene de todo, hasta el pasado que vuelve, que dirían en Scream 3. Creo que es mi favorito. El cuarto tiene de todo... literalmente de todo. Es para J. K. Rowling como Apocalipsis para Stephen King: está todo de un autor, lo bueno y lo malo. Y ese final es... bufff. El quinto es olvidable, porque no avanza la historia, pero en las pequeñas escenas, es de los mejores. Me gustó todo lo de la orden del fénix, y sobre todo los personajes de Snape, Sirius, Lupin y James, cuando se cuentan cosas de su pasado... genial. El sexto es de los mejores. Me ha gustado mucho, aunque haya afianzado mi idea de que J. K. Rowling es una sádica. Lo mejor de todos los libros es Severus Snape. Es un personaje que me encanta, porque es fiel a sí mismo. No cambia en ningún libro, es él mismo hasta el final. Y una vez más diré: sí, J. K. Rowling es una sádica, y todos nos quejamos de que se pasa mucho con Harry, pero... como tiene enganchado a medio mundo a lo que ella escribe.

Y finalmente lo diré una vez más: para que una historia sea interesante, hacen falta dos cosas, personajes bien hechos que el espectador/lector sea capaz de acabar la historia pensando en que realmente existen; y un malo que sea atrayente y muy malo.