sábado, agosto 27, 2005

El misterio de Salem's Lot

El terror, que no terminaría por otros veintiocho años –si es que terminó alguna vez-, comenzó, hasta donde sé o puedo contar, con un barco de papel que flotaba a lo largo del arroyo de una calle anegada de lluvia.”

O de cómo recuperé mis terrores infantiles de la mano de Stephen King. Él dice que escribe para exteriorizar sus miedos. El problema es que me los interioriza a mí. Desde que leí “El resplandor”, hará unos diez años, supe que él era el culpable de todos mis miedos. Desde entonces, siempre que entro a un cuarto de baño, tengo que mirar detrás de la cortina de la ducha. Desde ese libro, Stephen King ha sido el causante de muchos de mis miedos: miedo a que un virus mortal acabe con la mayoría de la humanidad, miedo a que los extraterrestres nos ataquen haciendo que nos convirtamos en ellos, miedo a los payasos con globos en la mano que flotan (todos flotamos aquí abajo), o miedo al futuro de la televisión y su repercusión en la sociedad. Pero también hay otros temores muchos más “normales” que pueblan mis pesadillas, y recientemente las he recuperado todas gracias a Stephen King.

Como ya dije en uno de mis primeros post, me dan pánico las cucarachas por culpa de una película que vi de niña. Esa película ha resultado ser Creepshow, escrita por Stephen King. La vi hace un par de semanas, y he de decir que mi memoria me jugó una mala pasada con algunos asuntos de la historia. Yo recordaba una casa típica americana, de madera; y un hombre de lo más normal que mataba una cucaracha, y otras venían a vengarse. Lo que vi realmente era un hombre obsesionado con la limpieza, viviendo en un apartamente de un blanco inmaculado. Supongo que mi subconsciente trasladó esa historia a un ambiente más cercano a mí, para hacerlo todo más terrorífico. Claro que el terror era el mismo: miles de cucarachas saliendo del cuerpo del hombre muerto.

Otra de mis pesadillas recurrentes es estar en medio del mar, y tener miedo. No porque haya tiburones u otro animal peligroso, porque en el sueño SÉ que no los hay. Tampco porque no sepa nadar o me hunda, porque en el sueño me mantengo a flote fácilmente. Es por el mar mismo. Sobre todo las algas me dan pánico. En el sueño sé que hay algo que puede acercarse rápidamente y atacarme. ¿Qué es? La respuesta la obtuve cuando vi la historia titulada “La balsa” de Creepshow 2: un grupo de jóvenes se queda atrapados sobre una balsa en mitad de un lago, mientras una masa viscosa que se mueve rápidamente los acecha. Otra pesadilla infantil provocada por Stephen King.

Y es que él sabe cómo dar miedo. Es capaz de que te dé miedo hasta un analgésico, Y si no, leed “Misery”, donde el protagonista está enganchado a la medicina que le da Annie Wilkes, quien por cierto, también es bastante aterradora; o “Los Tommyknockers”, donde Gardener también está enganchado a los tranquilizantes.

Con Stephen King, frases tan normales como “Soy su fan número uno”, “Quiero mi tarta”, o “Gracias por el paseo, señora”, pueden resultar muy aterradoras.

A mí, desde siempre, el personaje de terror que más miedo me causa (además de Freddy Krueguer), es Drácula. De noche, después de ver una película de vampiros, recuerdo que me quedaba completamente quieta en la cama, decidiendo si girarme a la derecha o a la izquierda para dormir; hasta que al final, siempre me quedaba mirando hacia arriba, incapaz de moverme, tapada hasta las orejas para no dejar mi cuello al descubierto, y respirando suavemente para escuchar cualquier mínimo ruido. Así, aunque un vampiro me mordiese, al menos le veía venir y tenía tiempo de gritar y alertar a los demás.

Pero llegó Anne Rice, cuya capacidad de hacer que los vampiros sean snobs bisexuales hizo que perdiera mi miedo a los vampiros. Si ya lo decía yo en otro post, el malo no puede ser protagonista por dos razones: la primera es que si es malo, está fuera del peligro que él mismo implica, y pierde la emoción; y la segunda, es que se produce una identificación entre lector y malo, y deja de ser el malo.

En “Entrevista con el vampiro” podemos aceptar que el malo sea Lestat, en “Lestat el vampiro” podemos aceptar que los malos sean algunos secundarios, incluso en “La reina de los condenados podemos aceptar que la mala sea Akasha, pero... ¿Qué pasa con “El ladrón de cuerpos” y “Menoch, el diablo”? Que los malos no son vampiros, así que buenos = vampiros = pérdida de terror.

Es una suerte que tenga a Stephen King en mi vida. Me he propuesto leer todas sus obras por orden de publicación, y como “Carrie” ya la había leído, me tocaba “El misterio de Salem’s Lot”. En las primeras páginas no se sabe muy bien cual es ese misterio, pero como alguien se le ocurrió traducirlo también como “La hora del vampiro” (haciendo gran alarde de sus dotes de traducción), el misterio se pierde: vampiros sueltos en las noches, cada vez más largas, de Salem’s Lot.

¡Y qué vampiros, señores, qué vampiros! Nada de snobs acechando a la aristocracia francesa, nada de buscar víctimas entre las prostitutas y los delincuentes del puerto de Nueva Orleáns, nada de alimentarse de ratas, ni de tratar de encontrar el sentido de la vida para acallar los remordimientos... ¡Vampiros con mayúscula! De los que necesitan permiso para entrar en una casa, de los que tienen un amo común al que respetar, de los que tienen unos ojos tan profundos capaces de hipnotizar, de los que causan un terror tan asombroso que prefieres unirte a ellos para que todo acabe de una vez, de los que esperan ansiosamente la oscuridad para alimentarse de antiguos enemigos, e incluso de tus padres, si eres un niño... ¡Eso da miedo!

Puedo decir orgullosa y satisfecha, que he recuperado mi miedo a los vampiros gracias a Stephen King. Mis noches de insomnio le deben mucho a este gran hombre.