sábado, septiembre 18, 2004

La Odisea

"¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas."

¿Nunca habéis tenido uno de esos días en los que parece que todo se pone en vuestra contra? Pues mi día de ayer, fue uno de esos. Resulta que tenía que ir a hacer la matrícula para hacer el CAP, es decir, una especie de curso obligatorio para hacer oposiciones a profesor, y ese día… todo estaba en mi contra. Me sentí como Ulises tratando de llegar a Ítaca y con todos los dioses en mi contra.

7:30
Me levanto, pensando en que a estas horas de la mañana deben de estar cerradas las calles y no me van a dejar salir de mi casa, por lo que no se por qué me molesto, si no voy a poder llegar a ninguna parte.

8:02
Paso cerca de un bar en el que ponen una pizarra en la puerta todos los días con una cita de algún escritor o reflexión de algún artista y/o pensador que suelen molar, así que la leo. La de hoy dice: “La mayoría de lectores meten los libros en la biblioteca, la mayoría de escritores meten la biblioteca en los libros”. Si lo piensas bien, tiene su lógica, de modo que sigo mi camino pensando en la frasecita, aunque me gustaba más una que había escrita en una pared que decía: “Soñándome despierto o dormido, mis sueños nacen marcados por unos pasos imposibles. C. Baudelaire”.

8:15
Llego a la parada y me quedo con cara de “¿qué pinto yo aquí a estas horas de la mañana y por qué no tengo coche?” durante un buen rato.

8:25
Llega el autobús a Murcia y después de pagar mi billete, el conductor me dice que no hay sitio. Me quedo con cara de “yo no me bajo del autobús aunque venga Keanu Reeves diciéndome que hay una bomba en él”, de modo que dejo que el conductor llame a cuatro o cinco personas para buscar una solución. Decide sentarme en el asiento de al lado del conductor y llevar al resto de pasajeros que se han quedado sin asiento a un lugar donde puedan coger otro autobús.

8:35-9:10
Viaje en autobús. Sigo con cara de “¿qué hago yo aquí?” y “¿por qué no tengo coche?”

9:15
Vago como un gato por las calles de Murcia buscando una fotocopiadora abierta. Cuando la consigo, saco las fotocopias correspondientes, y salgo pitando a coger el autobús a Espinardo (la universidad).

9:50
Me bajo en la parada de “Facultad de Educación”. Después de esperar un buen rato, me dicen que me he equivocado de sitio. Sí, lo sé. Tendría que bajarme en la facultad de Ciencias de la Educación. Vaya error. Después de sentirme como Lisa Simpsons en el capítulo en que va al museo, y en vez de subirse en el autobús 18 se sube en el 18A; y en él no llega a la zona 52, sino a la zona 52A, donde hay un cartel muy gracioso con un mapa, y en el que pone “Usted está aquí, nosotros no”; voy otra vez a la parada y me quedo con cara de “¿a qué hora pasará el próximo autobús?”

10:30
Me canso de ver pasar camioneros que se me quedan mirando (decidido, es la última vez que me pongo falda para coger cinco autobuses en un mismo día). Y decido ir andando. Después de todo, solo hay aproximadamente siete centímetros desde donde estoy hasta donde tengo que llegar en el mapa que me ha dado la señora de secretaría, de modo que no puede haber mucho.

11:00
Después de pasar siete facultades, varios aularios, unas instalaciones deportivas, y dos hospitales (uno veterinario y uno de medicina), llego por fin al edificio D donde está el Instituto de Ciencias de la Educación, o ICE (que después critiquen los TIMOS de Harry Potter). Una vez allí pago 1.20 euros por un sobre de matricula y un pequeño libro cuya información podría haber conseguido en internet, cojo número y subo al tercer piso para hacer la matrícula. Allí me entero de que va por vez, y no por número, como en las carnicerías.

11:50
Diez personas delante mía (de las cuales dos iban a preguntar una cosa, y cuatro las han atendido en otro sitio por otras razones), han tardado cincuenta minutos en hacer su matrícula. Justo antes de que me toque, me pregunto a qué se dedica exactamente una señora que había al fondo, que se pasó veinticinco minutos de reloj hablando con alguien sobre su hija. Me reafirmo en mi decisión de querer ser funcionario del estado, y hago mi matrícula. Cuando veo el precio, casi me da un patatús, pero no puedo desmayarme porque tengo que coger otro autobús para volver a Murcia.

12:15
Esperando el autobús me hago una pregunta que será una incógnita el resto de mi vida. Resulta que en Murcia hay unos carteles que te indican qué tiempo falta para pasar el siguiente autobús, pero mi reloj debe atrasar, porque cada minuto del cartel, dura unos noventa segundos de mi reloj. Qué cosas. Otro error que cometí aquel día fue pensar con lógica. De pequeña me enseñaban en clases de matemáticas: “Si hay mucha gente que quiere ir de un lugar a otro, y de ese otro lugar al primero… ¿qué es lo lógico?” Mi respuesta es que pase un autobús cada diez minutos, pero en Murcia debe parecerle lógico que pasen tres juntos cada treinta. Con cara de “qué equivocada estoy con esto de la lógica, emprendo mi vuelta a Murcia.

12:50
Llego al lugar de encuentro con dos amigas (¡Hola Isa!), y descanso un momento.

13:15-13:45
Paso el tiempo en mi piso de Murcia y cuando nos entra hambre, nos vamos.

13:45-14:10
Volvemos a esperar otro autobús, pero viendo que no llega, nos vamos andando.

14:10
Cómo me gusta la comida china. Qué bueno está el arroz tres delicias. Que bien sienta el Wan-Tun frito después de un duro día de autobuses.

15:30
Otra espera más para otro autobús más. Si vuelvo a coger otro autobús hoy, me suicido. Vuelvo a querer un coche. Tendré que participar en todos los concursos que se sortee un coche que pille.

16:15
Llegamos al cine, compramos chocolate, y esperamos en la sala a que empiece. Vemos a unos chavales con pinta de estar en la edad del pavo, y nos tememos lo peor.

17:03
Empieza la película, La maldición 2, y nuestras peores sospechas se hacen realidad. Sonido de la madre de Toshio cuando quiere matar a alguien, y maullidos, todo ello por parte de los adolescentes antes mencionados.

18:00 (aprox.)
Muy cabreada, y después de gritarles algo a los “importunantes”, salgo a por el acomodador, y le amenazo con denunciar al cine si no hace que los importunantes se callen. De modo que entra en la sala, mi amiga Isa le dice que los importunantes son dos “pirulines” de la izquierda, y todos los de la fila de atrás, y el pobre acomodador tiene que acabar viendo a Toshio durante toda la película, para que nadie hable.

20:00
Cogemos el último autobús del día (después de pensar en la amenaza de suicidio de las 15:30), y vuelvo a Cartagena.

Vaya día.


1 comentario:

Eugenio dijo...

Ehmm, no me extraña lo de los camioneros, con esas piernas...

:D

Y sobre la Facultad de Ciencias de la Educación..., pues deberías haberme preguntado a mí, yo tuve el mismo problema. La cosa es que en el sitio donde trabajo hacemos un libro para las Facultades de Ciencias de la Educación de varias universidades, y curiosamente, el imbecil que nos lo encarga, nos dió la dirección de la Facultad de Educación, y claro...
Ya me ves a mí, arreglando lo del envío con un teléfono en cada oreja, intentando descubrir cuál era la dirección correcta y lograr que los de la empresa de transportes fuesen hasta allí...

Y lo de los adolescentes/pavos es inevitable, los hay en todas partes...

Besos